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Historia de la Plaza Mayor de Madrid

Madrid en el entramado urbano de la Villa y Corte de Madrid destacan dos plazas de singular importancia y trascendencia en su historia: la Plaza Mayor y la plaza de la / Villa. La primera centró a lo largo de casi cuatro siglos su vida comercial y fue marco de cuantos festejos y actos públicos se celebraron en ella, mientras que la de la Villa, mucho más pequeña, cuenta como su más importante edificio con la llamada Casa de la Villa, centro de la vida municipal de la capital de España y que es en la actualidad el lugar donde son recibidos los más ilustres visitantes de Madrid. Plaza Mayor La Plaza Mayor de Madrid, «archivo de majeza», tal como la definió Unamuno, es, después de la de Salamanca, el espacio urbano de mayor carácter monumental de nuestro país y el primero en cuanto a la significación de los sucesos que en él tuvieron lugar. Gómez de la Serna la denominaba «patio de las Españas». Por ser Plaza Mayor de la Villa y Corte, sirvió de escenario a entradas reales, proclamaciones de soberanos, ceremonias de bodas, nacimientos y festejos regios, así como de ajusticiamientos, autos de fe, autos sacramentales, procesiones, sin olvidar los tor-neos, corridas de toros, juegos de varas y cañas, etc. De ella dijo Alejandro Dumas, padre, que era el coliseo «que tenía la bóveda más bella y mejor pintada de cuantos teatros había conocido»: el cielo de Madrid La plaza tiene su origen en los proyectos de ampliación de la villa que se llevan a cabo durante el reinado de Juan II de Castilla, cuando poco a poco la población desborda el recinto amurallado formando un barrio nuevo, a la vez que se comienza a erigir una plaza con claro destino comercial, que pronto comenzó a ser conocida como del Arrabal, en la que fuera la antigua laguna de Luján, entre las llamadas casas de Luján, el atrabal de Santa Cruz, la cava Baja y la puerta de Guadalajara. De forma poligonal En la complicada trama urbana de antiguo de Madrid la Plaza Mayo como un remanso de par.
 
irregular y porticada, sobre pies derechos de madera, ofrecía un notable desnivel, coincidente con el arranque de la actual calle de Toledo, estaba habitada principalmente por comerciantes judíos, y comenzó a regularizarse hacia 1494. Aunque en tiempo de Carlos I, aparece este espacio mencionado en 1532 en un documento como Plaza Mayor —y consta documentalmente, además, que desde principios del siglo XVI en su recinto se celebraban corridas de toros—, no tendría rango de tal hasta el reinado siguiente, con Felipe II, cuando había alcanzado Madrid en 1561 el título de capital de las Españas. Entonces se inicia el proceso de monumentalidad con el intento fallido del corregidor Gaitán de Ayala, cuyos planos se conservan. Sabemos que Felipe II encargó a Juan de Herrera un informe sobre la manera de remodelar la plaza del Arrabal a partir de un nuevo trazado, y que se inició con tal fin un proceso de expropiaciones y derribos. En 1590, como luego veremos, se iniciaba la construcción de la Casa de la Panadería. También se pretendió en aquellos momentos dignificar y fortalecer los edificios, tal como se contempla en las Ordenanzas de Policía de 1591, donde se manda que «en todos los portales de la plaza y calle Mayor, calles de Toledo y Atocha y los demás de esta Villa donde hubiere pilares de madera, los dueños de ellos, los quiten y pongan en lugar de ellos otros de piedra con sus bases y capiteles de lo mismo». En esta misma línea se encuentra el consejo que en 1600 daba Cristóbal
Edificio Plaza Mayor
Corrida de toros en la Plaza Mayor
 
Pérez de Herrera al nuevo monarca, Felipe III, para que «mandase a todos los vecinos de la plaza Mayor y de la puerta de Guadalajara y calle Mayor, hasta la callejuela de San Ginés y calle de la Ropería, que va hacia la plaza, labrasen las delanteras de la misma manera… para el ornato y policía de esta villa». Sería Felipe III quien encargase en 1617 al arquitecto real Juan Gómez de Mora el proyecto para la nueva Plaza Mayor —en el que debería tener en cuenta el edificio ya existente de la Casa de la Panadería, que se levantaba en el lado norte—, cuyos planos presentaba ante el Ayuntamiento de la villa el día 11 de septiembre del mismo año. Se llevó a cabo la construcción en dos años, teniendo que salvar notables desniveles, como se pone actualmente de manifiesto en el conocido arco de Cuchilleros. Su coste ascendió a la cantidad de 200.000 ducados. Conocemos dos planos de la Plaza Mayor llevados a cabo por Juan Gómez de Mora en 1626 (Bibliotecas del Vaticano y del Congreso de Washington), pero ofrece mayor interés una especie de maqueta en papel, dibujada con aguadas de colores, que ejecutó al propio Mora en 1636, tras el incendio de 1631, en el que vienen anotados los nombres de cada propietario. Según esta «maqueta» y los cuadros conservados en el Museo Municipal de Madrid, este espléndido espacio rectangular tenía una capacidad para 50.000 especta- La Plaza Mayor de Madrid durante las corridas de toros celebradas en 1846 con motivo de la doble boda real, la de la reina doña Isabel II con el infante don Francisco de Asís y la de su hermana, la infanta María Luisa Fernanda, con el duque de Montpensier. Óleo de Blanchard en el palacio de Orleans, Villamanrique (Sevilla). 
 
 
 
 
dores en los días de fiesta. Mora concibió la plaza en un perímetro de 120 por 94 metros, de acuerdo a la sección áurea, con nueve entradas, tres bajo arcos y otras seis por calles descubiertas. El conjunto se elevaba con casas de hasta seis alturas, que abrían en sus muros 477 balcones, con barandillas corridas en las dos primeras plantas. Las casas se levantaron con estructuras de madera forradas de ladrillo rojo y tejados grises, sustituidos por otros de plomo y más tarde por tejas a partir del primer incendio de 1631, evitando así que se volvieran a derretir por el fuego. Como bien ha señalado el profesor Bonet Correa, la plaza de Mora del siglo xVII, difería cromáticamente de la neo-clásica, pintada de blanco, y de la actual, hoy recubierta de grisáceo revoco. Cuando se celebraban festejos, particularmente taurinos, las calles se cerraban con empalizadas y tribunas que iban de casa a casa, y se levantaban graderíos o tablados en todos los lados de la plaza -excepto en la Casa de la Panadería- hasta la altura del primer piso, cerrando los soportales. También, y como sabemos por el viajero francés Brunel, en 1655, el suelo se cubrió de arena, quedando «libre de los puestos ambulantes que se ven en ella todos los días». En los días de celebraciones, los 3.700 vecinos que moraban permanente en las distintas casas de la plaza debían desalojar sus balcones, que eran ocupados por la nobleza en las fiestas reales y vendidos por el Concejo en los otros festejos. En el momento de su construcción solamente había dos plazas similares, la ducal de Charleville (1608-1620) y la Real o de los Vosgos en París (1605-1612), у росо tiempo después se levantaba la de Covent Garden en Londres (1631-1635). La Plaza Mayor de Madrid se inauguró el 15 de mayo de 1620 durante las fiestas celebradas con motivo de la beatificación de Isidro el Labrador, y fue Lope de Vega el encargado de organizar unas justas poéticas, y al año siguiente sería escenario, el día 2 de mayo, de la proclamación de Felipe IV. En este mismo año la nueva plaza contemplaría, el día 21 de octubre, su primer ajusticiamiento público, la degollación de don Rodrigo Calderón, marqués de Siete Iglesias, perteneciente al grupo del antiguo valido, el duque de Lerma. El domingo 19 de junio de 1622 fue escenario de las solemnes festividades con motivo de las canonizaciones de cuatro santos españoles, Santa Teresa de Jesús, San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier y San Isidro Labrador, durante las que se presentaron dos comedias de Lope de Vega que tenían como asunto pasajes de la vida del santo labrador. De gran espectacularidad resultaron los primeros festejos taurinos que tuvieron lugar en la nueva plaza, con la asistencia de Felipe IV y de su huésped, el príncipe de Gales (más tarde Carlos I de Inglaterra, pretendiente de la infanta doña María, hermana del soberano), los días 4 de mayo y 1 de junio de 1623. En los juegos de cañas organizados con el mismo motivo, que tuvieron lugar el 21 de agosto, intervinieron 500 caballos y el propio Felipe IV. Pronto celebraría también la Inquisición sus primeros autos de fe en este nuevo recinto. Inició los desdichados juicios el del reo Benito Ferrer, el 21 de enero de 1624, acusado de fingir ser sacerdote y condenado a ser quemado vivo en un brasero existente junto a la puerta de Fuencarral, y el 14 de julio de este mismo año se sentenciaba al buhonero francés Reinaldos de Peralta a garrote vil, cuyo cuerpo fue quemado después. 
Plaza Mayor [artistas]
 
En esta plaza, con fiestas de toros y cañas, se celebró el casamiento de la infanta doña María con el rey de Hungría el día 12 de octubre de 1629. A los pocos años de ser inaugurada, la plaza quedaría en parte destruida tras declararse en la madrugada del día 7 de julio de 1631 un pavoroso incendio en el lado sur, en unos sótanos cerca de la casa de la Carnicería, que se extendió hacia el arco de Toledo y se prolongó por espacio de tres días. Murieron doce personas y resultaron heridas varias decenas. Ante la imposibilidad de apagar el fuego, fueron llevadas en procesión las imágenes de las Vírgenes de la Almudena, de Atocha y de la Soledad, además del Santísimo y el cuerpo incorrupto de San Isidro. Las pérdidas se elevaron a un millón trescientos mil ducados. Sin embargo, no se suspendió la corrida de toros programada el 16 de agosto para festejar a Santa Ana, que presidió el rey Felipe IV, y durante la cual se dio un aviso de fuego, que resultó ser una falsa alarma, aunque creó gran confusión al recordar el incendio acaecido hacía poco más de un mes. Otros autos de fe y ajusticiamientos, o la entrada pública en Madrid de la reina doña Mariana de Austria, segunda esposa del rey Felipe IV, en 1645, además de las fies-las de toros que se celebraban todos los años con motivo de las festividades de San En la Plaza Mayor encuentran acomodo pintores y dibujantes, que ejecutan sus retratos rápidos ante paseantes y turistas. 
 
 
Isidro, San Juan y Santa Ana, fueron motivo de grandes concentraciones en esta plaza. Un nuevo incendio se declaró el día 20 de agosto de 1672 en el portal de la Casa de la Panadería, y dejó el edificio prácticamente destruido, causando veinticuatro muertos. José Ximénez Donoso, aprovechando el plano-maqueta de Gómez de Mora, se encargó de la reconstrucción del edificio – solo había quedado la parte baja—, que llevó a cabo en diecisiete meses, y cuyo coste ascendió a 200.000 ducados, que debían pagarse con la sisas reales y municipales. En su interior había unas dependencias destinadas por cesión del Ayuntamiento —al igual que los balcones de la planta prin-cipal— para los reyes, cuando se trasladaban hasta la Plaza para asistir a alguna fiesta o acto solemne. De estas fechas es una curiosa Cédula Real de 13 de febrero de 1673 por la que la reina gobernadora, doña Mariana de Austria, madre de Carlos Il, permitía, tal como recoge Répide, «que los mercaderes de la plaza pudieran poner sobre sus tiendas unos toldos o reparos de mantas con que preservar sus personas y sus mercancías de lo que los vecinos vaciaban por las ventanas, pues desde los Reyes Católicos estaba prohibido que estuviesen cubiertas con tendales o lienzos las puertas de las tiendas». En 1680 tuvieron lugar en esta plaza dos acontecimientos muy solemnes, pero singularmente opuestos. El día 13 de enero se festejaba con las más brillantes fiestas de toros que tuvieron lugar en ella la llegada a la corte de Madrid de la reina María Luisa de Orleans, primera mujer de Carlos II, y seis meses más tarde, el día 30 de junio, se cele-braba, bajo la presidencia del rey Carlos II, uno de los más largos y conocidos autos de fe —que fue plasmado por Francisco Rizzi con todo detalle en un gran cuadro conservado en el Museo del Prado— en el que fueron juzgados 118 reos, de los que se condenó a 21. A lo largo del siglo, la Plaza Mayor de Madrid, aunque seguirá siendo marco de solemnes ceremonias —las proclamaciones de Fernando VI, Carlos III y Carlos IV —, Y de festejos taurinos, aunque estos últimos pronto tendrían su escenario más apropiado en la nueva plaza de toros que el rey Fernando VI mandó construir junto a la antigua puerta de Alcalá, que se inauguró en 1754, se iría convirtiendo en lugar de mercado público. La Casa de la Panadería albergó desde 1745, por voluntad de Felipe V, la Junta Preparatoria para la que luego sería Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y tras la marcha de esta a su actual sede de la calle de Alcalá, pasó a ocupar sus dependencias la Real Academia de la Historia. La plaza fue espectadora, el día 23 de mayo de 1766, del llamado motín de Esquilache, primer movimiento contestatario de carácter popular frente al poder real que se produce en nuestra historia, pues los recortes de capas y el apuntamiento de sombrero en realidad encubrían otra serie de necesidades  ni, particularmente la carestía de la vida, tal como se pone de manifiesto en la lista de peticiones que se preparó en esta plaza, que fue también el escenario de la comunicación de las promesas del monarca al pueblo, hechas desde el balcón de la Casa de la Panadería. El siglo acabaría con el incendio de mayor importancia que ha sufrido la plaza, declarado el día 16 de agosto de 1790 en la parte de poniente, considerado como el más devastador, ya que el fuego se prolongó por espacio de tres días y la dejó prácticamente destruida en un tercio de su perímetro. Efectuó la reforma el arquitecto de Carlos IV
Plaza Mayor [soportales]
 
Escenario, junto con la Puerta del Sol, de las revueltas ocasionadas por la llegada de los franceses a la Corte, fue también lugar de ejecución de patriotas españoles —pues los franceses trasladaron nuevamente el lugar de ejecución a la Plaza Mayor-y marco para distintos actos con la presencia del nuevo monarca José I. Denominada solemnemente el día 15 de agosto de 1812 como plaza de la Constitución, las Cortes de 1814 decidieron levantar allí una estatua del rey Fernando VII. Sin embargo, la reacción absolutista del monarca impidió que fraguara este acuer-do, e hizo que se cambiara en este mismo año su nombre por el de Plaza Real. En marzo de 1820 se restablecía el anterior nombre de plaza de la Constitución, y fue marco y campo de batalla entre la Milicia Nacional, que defendía la Constitución, y la Guardia Real el día 7 de julio de 1822. Restablecido el absolutismo borbónico, la plaza volvería a denominarse Plaza Real hasta la muerte de Fernando VII en 1833 y posterior motín contra el conde de Toreno en 1835, recuperando entonces el nombre de plaza de la Constitución. Por estos mismos años concluiría su larga trayectoria como escenario de corridas reales con los festejos que tuvieron lugar en 20 de junio de 1833 con motivo de la jura de doña Isabel, como Princesa de Asturias, y particularmente con los últimos y espectaculares que se celebraron durante los días 16, 17 y 18 de octubre de 1846 con motivo de la doble boda de Isabel II con su primo el infante don Francisco de Asís, y de su hermana, la infanta María Luisa Fernanda, con el duque de Montpensier. Un año más tarde, y a propuesta de Ramón de Mesonero Romanos, se solicitaba a la reina Isabel II la cesión de la estatua ecuestre del rey Felipe III, su constructor, obra de los escultores Juan de Bolonia y Pietro Tacca que en 1616 se había instalado en los jardines de la entrada de la Real posesión de la Casa de Campo madrileña. Concedida la petición, la estatua fue colocada el día 23 de marzo de 1848. Para recordar este hecho, se puso en el pedestal la siguiente inscripción: «La reina doña Isabel II, a solicitud del Ayuntamiento de Madrid, mandó colocar en este sitio la estatua del señor rey don Felipe III, hijo de esta villa, que restituyó a ella la corte en 1606, y en 1619 hizo construir esta Plaza Mayor. Año de 1848.» Poco después, la plaza que había sido centro de la vida madrileña y nacional, concluida finalmente en todos sus lados, quedaba convertida, como afirma Bonet Correa, «en lugar pacífico, con la estatua de Felipe III, llena de pájaros y rodeada de una elegante explanada elíptica con bancos y faroles, un jardín con árboles, su ameno espacio se convirtió en un paseo burgués y tranquilo, solo perturbado por el tránsito rodado de los coches de caballos, que lentamente circulaban por su paseo adoquinado». Posteriormente fue usada como terminal de los tranvías de Carabanchel-Leganés. Llamada entonces de la Constitución, tras la proclamación  de la I República en 1873 pasó a denominarse plaza de la República, que poco después sería además «Federal». Se desmontó entonces la figura ecuestre de Felipe III que presidía la plaza, que fue colocada de nuevo en este lugar con la Restauración en 1874 de los monarcas de la Casa de Borbón en la figura de Alfonso XII. Se volvió a llamar plaza de la Constitución —y así la recoge Pedro de Répide en su trabajo sobre las calles de Madrid—, entre 1921 y 1925, aunque, poco a poco, fue recuperando el nombre de Plaza Mayor, por el que en la actualidad se la conoce.
 
 
 
 
 
ada oles • la an- sere LIZO 1 el ni- el 5n. las ira еС- ti- su ás III es la la n el 5- 2, En los últimos años del siglo pasado la Plaza Mayor de Madrid y sus alrededores se convierten en el escenario donde Pérez Galdós encontrará los personajes de sus obras costumbristas —Fortunata habitaba un casón de la plaza que daba su portal hacia la Cava Baja— A la muerte de Galdós en 1920, el periodista Mariano de Cavia propuso que fuera enterrado en este castizo lugar. En nuestro siglo varios han sido los intentos de transformación de la Plaza Mayor de Madrid. En 1921 el arquitecto José Luis Oriol dentro de un plan de reforma interno de Madrid, con grandes avenidas presentó un proyecto que incluía una ruptura por el lado este, con la propuesta de colocar allí una fuente monumental con escaleras, que afortunadamente no se llevó a cabo. Entre las voces que se alzaron en contra destacó la de Tortes Balbás, quien señaló que, de llevarse a cabo, se destruiría «un con-lunto histórico único, cuya belleza reside, en gran parte en su cerrado recinto de cons-ruciones iguales, la que se trata de cortar, abriendo en ella profunda brecha con el propósito poco modesto de realarla». Afortunadamente tampoco se realizó el proyecto de reforma de García Mercadal de 1935. Escultura de Felipe IIII, obra de Juan de Bolonia y Pietro Tacca. Vista de la plaza al anochecer.
 
 
 
 
 
A la simetría de balcones, arcos y faroles viene a sumarse la de sombrillas, mesas, turistas y aperitivos… El Arco de Cuchilleros es uno de los accesos a la Plaza Mayor, que salva con sus escaleras el desnivel existente. corregidor de esta villa don Francisco Villacio, caballero de la Orden de Santiago, y regidores comisarios Juan Fernández, don Gabriel Ocaña y Alarcón, caballero de la Orden de Santiago; Juan Piñedo, Francisco Enriquez Villacosta, y don Fernando Vallejo, gentilhombre de cámara de Su Majestad, y se acabó el año de 1619.» En la segunda se lee: «Reinando don Carlos II, y gobernando la reina doña Mariana de Austria, su madre y tutora, habiéndose quemado esta Real Casa de la Panadería, el día 2 de agosto de 1672, se reedificó desde los cimientos, mejorada en fábrica y traza, siendo presidente de Castilla don Pedro Núñez de Guzmán, conde de Villaumbrosa y de Castronuevo, y superintendente de la obra; don Lorenzo Santos de San Pedro, del Consejo Real de Castilla, caballero de la Orden de Santiago y corregidor de esta Villa; don Baltasar de Rivadeneira y Zúñiga, marqués de la Vega, del Consejo de Hacienda, caballero del mesmo Orden, Y regidores comisarios don Jerónimo Dalmao y Casavete y don Rafael Sanguinito, don Tomás de Alva y Aragón y don Andrés Martínez Navarrete, caballeros del mesmo Orden de caballería de Santiago. Acabóse en diecisiete meses. Año de 1674.» En el lado opuesto se halla la Real Casa de la Carnicería que tomó su nombre de su primitivo destino: depósito general de carnes para el consumo de los madrileños. También se llamó, más tarde, Tercera Casa Consistorial. Obra igualmente de Sillero, repite el esquema de la Casa de Panadería. Tras el incendio que la asoló el 7 de julio de 1631 fue reconstruida con acierto.