dores en los días de fiesta. Mora concibió la plaza en un perímetro de 120 por 94 metros, de acuerdo a la sección áurea, con nueve entradas, tres bajo arcos y otras seis por calles descubiertas. El conjunto se elevaba con casas de hasta seis alturas, que abrían en sus muros 477 balcones, con barandillas corridas en las dos primeras plantas. Las casas se levantaron con estructuras de madera forradas de ladrillo rojo y tejados grises, sustituidos por otros de plomo y más tarde por tejas a partir del primer incendio de 1631, evitando así que se volvieran a derretir por el fuego. Como bien ha señalado el profesor Bonet Correa, la plaza de Mora del siglo xVII, difería cromáticamente de la neo-clásica, pintada de blanco, y de la actual, hoy recubierta de grisáceo revoco. Cuando se celebraban festejos, particularmente taurinos, las calles se cerraban con empalizadas y tribunas que iban de casa a casa, y se levantaban graderíos o tablados en todos los lados de la plaza -excepto en la Casa de la Panadería- hasta la altura del primer piso, cerrando los soportales. También, y como sabemos por el viajero francés Brunel, en 1655, el suelo se cubrió de arena, quedando «libre de los puestos ambulantes que se ven en ella todos los días». En los días de celebraciones, los 3.700 vecinos que moraban permanente en las distintas casas de la plaza debían desalojar sus balcones, que eran ocupados por la nobleza en las fiestas reales y vendidos por el Concejo en los otros festejos. En el momento de su construcción solamente había dos plazas similares, la ducal de Charleville (1608-1620) y la Real o de los Vosgos en París (1605-1612), у росо tiempo después se levantaba la de Covent Garden en Londres (1631-1635). La Plaza Mayor de Madrid se inauguró el 15 de mayo de 1620 durante las fiestas celebradas con motivo de la beatificación de Isidro el Labrador, y fue Lope de Vega el encargado de organizar unas justas poéticas, y al año siguiente sería escenario, el día 2 de mayo, de la proclamación de Felipe IV. En este mismo año la nueva plaza contemplaría, el día 21 de octubre, su primer ajusticiamiento público, la degollación de don Rodrigo Calderón, marqués de Siete Iglesias, perteneciente al grupo del antiguo valido, el duque de Lerma. El domingo 19 de junio de 1622 fue escenario de las solemnes festividades con motivo de las canonizaciones de cuatro santos españoles, Santa Teresa de Jesús, San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier y San Isidro Labrador, durante las que se presentaron dos comedias de Lope de Vega que tenían como asunto pasajes de la vida del santo labrador. De gran espectacularidad resultaron los primeros festejos taurinos que tuvieron lugar en la nueva plaza, con la asistencia de Felipe IV y de su huésped, el príncipe de Gales (más tarde Carlos I de Inglaterra, pretendiente de la infanta doña María, hermana del soberano), los días 4 de mayo y 1 de junio de 1623. En los juegos de cañas organizados con el mismo motivo, que tuvieron lugar el 21 de agosto, intervinieron 500 caballos y el propio Felipe IV. Pronto celebraría también la Inquisición sus primeros autos de fe en este nuevo recinto. Inició los desdichados juicios el del reo Benito Ferrer, el 21 de enero de 1624, acusado de fingir ser sacerdote y condenado a ser quemado vivo en un brasero existente junto a la puerta de Fuencarral, y el 14 de julio de este mismo año se sentenciaba al buhonero francés Reinaldos de Peralta a garrote vil, cuyo cuerpo fue quemado después.